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El valle alto apunta a consolidarse como productor de vinos de altura y alta gama

Desde hace casi 11 años, el valle alto de Cochabamba se ha convertido en el epicentro de la producción vitivinícola del departamento con una variedad de uvas de alta calidad. Estas se caracterizan por ser de altura (2.800 metros sobre el nivel del mar) y orgánicas (sin utilizar plaguicidas ni fertilizantes artificiales), lo cual permite fabricar vinos artesanales de altísima gama con proyección nacional e internacional.

Macario Álvarez Reque fue el pionero en la producción de uva con su emprendimiento en Arani, donde comenzó, a finales de 2012, con el cultivo de mil plantines en sus tierras ubicadas en el sector denominado el Elefante Dormido.

Esta idea surgió en la comunidad de Calamuchita Muturayo, situada en valle central del departamento de Tarija, donde Álvarez conoció a José Sánchez Gareca, un pequeño vitivinicultor, quien con el tiempo se convertiría en su mentor.

Sánchez, en entrevista con Los Tiempos, contó que todo comenzó con las visitas guiadas de su pupilo al valle bajo tarijeño, donde tomó impulso la idea de sembrar uva en sus terrenos, en Arani.

El proceso de aprendizaje se intensificó cuando el vitivinicultor tarijeño decidió viajar a Arani para transmitir sus conocimientos en el terreno. Esas visitas fueron durante tres años continuos. En ese tiempo, se inició la siembra de los primeros plantines de vid; la especie escogida para esta etapa experimental fue la uva Moscatel Blanca de Alejandría.

“Viajé por tres años consecutivos a hacer los primeros viñedos en casa del Elefante Dormido y unos cinco más que están en la Rinconada y en San Benito, donde logramos interesarlos a los agricultores”, cuenta Sánchez.

Al ver los primeros frutos de su esfuerzo, Álvarez decidió ampliar su área de cultivo, de 1.000 plantines sembrados pasó a más de 4.000. Además, se ha convertido en un técnico y promotor especializado en vitivinicultura.

Producción actual

A la fecha, el valle alto de Cochabamba cuenta con 10 hectáreas de uva que están distribuidas en Arani, San Benito, Villa Ribero, Cliza, Arbieto, Tolata y Tarata. En esos municipios, se han sembrado siete variedades de uva: Moscatel, Tannat, Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon, Italia y Ribier.

De estas variedades, tres son las que más han interesado a las 12 familias involucradas en la producción vitivinícola: Italia, Ribier y Moscatel. Esta última es una uva blanca con triple propósito, es decir, puede ser utilizada para mesa (consumo en su estado natural), elaboración de singani y producción vino de alta calidad.

Actualmente, el promedio del rendimiento por hectárea es de 25.000 kilos. Eso significa que en los siete municipios del valle alto se cuenta con una producción de 250.000 kilos de uva, lo cual equivale a unos 5.435 quintales, una cifra muy por debajo de la producción vitivinícola de Tarija, que está por encima de los 40.000 quintales.

El 95% de la producción de uva en el valle alto, según datos de Viñedos el Elefante Dormido, es destinado a la producción de una variedad de vinos (blancos, tintos, rosados, dulces, semidulces y otros) y el 5% restante va al consumo local.

Los resultados obtenidos hasta ahora en el valle alto han motivado a que agricultores de otras partes del departamento de Cochabamba sigan los mismos pasos. Es el caso de Mizque, municipio ubicado en la región del cono sur, donde 12 familias que también cuentan con el asesoramiento del vitivinicultor tarijeño José Sánchez están produciendo de manera tecnificada cinco hectáreas de uva con muy buenas perspectivas.

Lo propio ocurre en El Paso, en Quillacollo, donde la importadora San Rafael decidió incursionar desde 2021 en la vitivinicultura. Esta cuenta con cinco hectáreas de uva, de las cuales dos están en Tolata y pronto empezará a producir vino a gran escala.

Ventajas y desventajas

Una de las ventajas que tiene el valle alto de Cochabamba para desarrollar la producción vitivinícola es su similitud con el clima del valle central de Tarija, donde se encuentra el mayor porcentaje de viñedos del país. Posee un clima seco y es una zona con mucho viento e insolación, lo cual permite que la fruta sea de muy buena calidad y con un alto contenido de azúcar.

Sin embargo, lo que marca la diferencia entre una y otra región es la altitud. En el caso de Tarija, los viñedos están a 1.700 metros sobre el nivel del mar (msnm) y en Cochabamba a 2.800 msnm, este es un factor muy favorable para los vitivinicultores cochabambinos, porque producen uva de altura y, por consiguiente, también vinos de altura que tienen gran aceptación en el mercado mundial.

El tamaño de la uva y su composición es otro factor fundamental para obtener un vino de calidad. En Tarija, según explicación de Álvarez, la uva tiene un calibre de hasta 20 milímetros. En cambio, en el valle alto, mide entre 12 a 15 milímetros, pero en calidad supera a la uva tarijeña, porque sus condiciones organolépticas son mucho mejores: tiene más cantidad de resveratrol y tanino, los antocianos son mucho más fuertes, lo que hace que el vino tenga mayor cuerpo.

Lo desventajoso para la producción de uva en el vallo alto es el surcofundio y la carencia de agua, lo cual se está intentando superar con la perforación de pozos. A esto se suma el factor tecnológico, la producción actualmente se la hace utilizando el sistema espaldera simple. Si se mejora el manejo tecnológico, señaló José Sánchez, es decir, pasar al sistema parrón español (riego por goteo) y se hace una fertiirrigación, los vitivinicultores cochabambinos estarían igualando a sus pares tarijeños.

Producción de vino

Se conoce de al menos tres marcas de vino artesanal en el valle alto: Elefante Dormido, Medallón de Cliza y Casa del Viento, cuya producción anual está alrededor de las 30.000 botellas, cuyo volumen no llega a cubrir la demanda local. 

Según un estudio encargado por el Complejo Productivo de la Uva, Singani y Vinos de Tarija a la empresa Captura Consulting, hace 10 años, el consumo per cápita de vino en Cochabamba era de 1,5 botellas por persona, ahora es 2,5 botellas.

Sólo para cubrir la demanda local, los vitivinicultores necesitarían producir 2.000 hectáreas de uva para fabricar vino de forma industrial con el asesoramiento de un enólogo.

Producir una botella de vino de alta gama de 750 ml cuesta unos 20 bolivianos, en el mercado ese producto cuesta hasta 70 bolivianos, indicó Luis Salazar, dueño de la Bodega Casa del Viento. En ese costo de producción está incluido el envase, la etiqueta, el corcho y el capuchón.

El vitivinicultor José Sánchez explicó que para producir esa botella de 750 ml se requiere entre 1 kilo y 1,2 kilos de uva. El kilo de esa fruta puede costar entre 10 y 12 bolivianos.

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