Sarah Nina y Juan Pablo Arispe son guardias municipales de la ciudad de Cochabamba; ella, de Seguridad Ciudadana y él, de la Intendencia. Hace más de un año, rindieron exámenes teóricos y prácticos, y demostraron que son aptos para esos puestos. Hacen controles en distintos puntos de la ciudad, en mercados, puentes, el Cristo de la Concordia y la Plaza 14 de Septiembre, entre otros.
Lo que les diferencia de sus compañeros es que Sarah y Juan Pablo son personas sordas.
La discapacidad auditiva es la falta, disminución o pérdida de la capacidad para oír. Las personas con esta discapacidad utilizan la lengua de señas y algunos, como estos guardias, tienen el celular a mano para comunicarse también escribiendo.
De acuerdo con el Artículo 2, Parágrafo I, del Decreto Supremo 29608, de 18 de junio de 2008, las instituciones públicas tienen la obligación de insertar laboralmente a personas con discapacidad en un mínimo del 4%. Además de estos guardias, en la Municipalidad trabajan personas con discapacidad en diferentes unidades.
Sarah y Juan Pablo, con uniformes azul marino, chaleco, gorra, sombrero y botas, realizan rondas en el centro de la ciudad, se organizan por turnos y cumplen funciones como cualquiera de sus compañeros. Se muestran serios y a la vez carismáticos, prestos para ayudar a cualquier ciudadano o intervenir en conflictos.
INSERCIÓN
Para Sarah, de 31 años, este es su primer trabajo. Cuando le informaron de la convocatoria para la contratación de guardias, asistió convencida.
“Yo vivía por un tiempo en Argentina, estudiaba allá. He regresado a Bolivia y he encontrado trabajo de guardia municipal. En Argentina hice cursos de computación, me he capacitado en sistema informático y diferentes áreas”.
Ella destaca la importancia de cumplir con la normativa en lo referido a la inserción laboral de las personas con discapacidad.
“En muchos países ya lo tienen, y en Bolivia faltaba que se respete la ley, que a las personas sordas las personas oyentes nos puedan conocer y conozcan también de nuestro trabajo. La verdad, no ha sido fácil. Hay que estar pendientes, hay que estar atentos. Como somos personas sordas, nos podemos comunicar a través de la escritura”, describe.
Encontraron en medo de sus funciones, maneras de comunicarse con la gente. Al principio, llamaba a su jefe para que le ayude; ahora, se comunican escribiendo; además, sus compañeros aprenden señas básicas para que puedan entenderse mejor.
PERSEVERANCIA
Juan Pablo, también de 31 años, reconoce que existieron dificultades; pero, también hay avances. Él trabajó en principio en el área de Vialidad.
“Era un poco más fácil por el hecho de que solamente teníamos que señalizar. Luego, nos han cambiado a otros sectores. Cuando entré a Intendencia ya teníamos que ver los comerciantes dentro de la Plaza. Hemos aprendido poco a poco. Ha sido también a través de mi vista que empecé a captar como tendríamos que hacer el trabajo. Las personas nos han empezado a respetar, tienen educación y, bueno, hemos estado con el tema de seguridad, controlando”.
Describe entre sus funciones que tratan de evitar que haya personas ebrias. Pondera el compañerismo de los otros guardias municipales para realizar el trabajo conjunto.
“Conocen nuestros derechos y eso es bueno para el desarrollo de las personas sordas y las personas oyentes, que podamos nosotros crecer y desarrollarnos. Esto puede empoderarnos mejor”.
Sarah explica que ella se comunica con señas y sus compañeros hablan con las demás personas cuando intervienen en algún altercado, como cuando hay gente que consume bebidas alcohólicas. Este trabajo comienza a las siete de la mañana.
Cuando acuden al Cristo de la Concordia, en el cerro de San Pedro, verifican que el entorno esté limpio, que no se registren hechos delictivos, como robos.
“Vemos todo eso que esté en orden para que la gente pueda estar tranquila. Tenemos los binoculares para controlar también que no sufran ningún accidente”, expresa.
LUCHA Y APORTE
Juan Pable tiene una hija de ocho años; se enfoca en ella para tener un trabajo estable y darle lo que necesite. Recuerda que la época de la pandemia fue dura y que no había mucho trabajo.
“Por fin, logré entrar de guardia municipal. Eso me ha dado estabilidad económica y poder cumplir como padre. Esperemos que a futuro también mi hija pueda desarrollarse, ese es mi mayor deseo”.
Por su lado, Sarah es la única persona con discapacidad auditiva en su familia.
“Soy una persona independiente”, describe, y agrega que todos los integrantes de su familia trabajan.
“Yo realmente he tratado de salir adelante por mis propios medios”.
Recuerda con emoción que su mamá no sabía del trabajo que había conseguido como guardia municipal.
“Se sorprendió cuando le dije que había ganado, porque la mayoría (de los guardias) siempre son personas oyentes (…). El trabajo ha sido bueno para mi familia, mi mamá se ha sentido contenta”.
EL FUTURO
Aunque ambos se muestran satisfechos por el trabajo que tienen, para ninguno queda aquí el sueño de mejores días.
Sarah asegura que tiene muchas ganas de estudiar. Le apasiona la computación.
“Me gusta mucho mi trabajo de guardia, pero sí que no es fácil. Espero que, hasta finales de este año, diciembre, pueda lograr estudiar y me vuelva más experta en computación, ordenar carpetas, sistematizar, porque he tenido esta experiencia en mis estudios de Argentina y, con el COVID, ya no pude permanecer con esto y regresé a Bolivia”.
Juan Pablo quiere ascender en su trabajo.
“De guardia municipal, me siento muy contento y, tal vez, llegar más allá como persona con discapacidad auditiva, dentro de una oficina, esperemos cómo va este proceso”.