El periodista e investigador Walter Gonzales es uno de los convencidos de esa frase. La festividad de Urkupiña es la actividad más importante y la que está sosteniendo a Quillacollo. Sin embargo, es necesario organizarla de otra manera y que sea declarada un patrimonio de la humanidad.
Historia
Si bien se cree que Quillacollo tiene tanta vida como el Tunari, un hito en su historia es el 14 de septiembre de 1905.
Con la promulgación de la ley, impulsada por Francisco Anaya y gestionada por el diputado Constantino Morales, el municipio se encaminó a su desarrollo pleno con una mayor autonomía. Hoy en día es la tercera región con más población en el departamento con 165 mil habitantes.
Otro momento vital en su desarrollo fue la elevación a rango de ciudad, el 14 de noviembre de 1900, porque cubría muchos requisitos, como educación, salud, servicios y una muestra de ello es la arquitectura que todavía se aprecia en su plaza principal 15 de Agosto, en el edificio municipal y el casco viejo. Luego, está la creación del periódico El Tunari, en 1906.
“Ese periódico abrió el horizonte de los quillacolleños y, luego, otro hito importante fue la llegada del tren”, contó Walter Gonzales.
La inauguración del tranvía eléctrico en 1910 ayudó a vincular más a Quillacollo con Cochabamba, pero el gran cambio se dio con la ferrovía Oruro-Cochabamba, que promovió la producción agrícola y el comercio. Con el pasar del tiempo, la ferrovía dejó de funcionar y hoy en día Quillacollo se conecta con el tren metropolitano que evoca el antiguo paso del ferrocarril por la campiña de cultivos y lecherías.
Quillacollo siempre buscó la educación para su población y en 1944 se fundó el Colegio Calama para que los jóvenes dejen de hacer los viajes hasta Cochabamba. Ahora, su desafío es consolidar la Universidad Mayor de San Simón (UMSS); aunque, hay otros proyectos.
En 1952, se dio una transformación total con el funcionamiento de la fábrica Manaco. “Quillacollo va configurándose como una ciudad industrial”, manifestó. Además, la participación de los obreros en las luchas sociales les dio una fama de “revolucionarios”.
A partir de 1986 recibió una gran cantidad de migrantes de las minas que provocaron una acelerada urbanización. Ahora, tiene el desafío de contagiar su espíritu “querendón de su tierra” a sus nuevos habitantes y avanzar en su desarrollo y modernización.